Artículo original: Smith-Bindman R, Chu PW, Azman Firdaus H, Stewart C, Malekhedayat M, Alber et al. Projected Lifetime Cancer Risks From Current Computed Tomography Imaging. JAMA Intern Med. 2025:e250505
DOI: 10.1001/jamainternmed.2025.0505
Sociedad: American Medical Association (@AMA)
Palabras clave: N/A.
Abreviaturas y acrónimos utilizados: CT (Computed tomography).
Línea editorial: JAMA Internal Medicine es una revista médica internacional de publicación mensual, revisada por pares y editada por la Asociación Médica Estadounidense. Cuenta con un alto factor de impacto (22,5 en 2024) y forma parte de JAMA Network, un conjunto de revistas médicas generales y especializadas. Fundada en 1908 con el nombre de Archives of Internal Medicine, adoptó su denominación actual en 2013.
Publica una amplia gama de contenidos relacionados con la medicina interna, incluyendo investigaciones originales, revisiones, editoriales y artículos sobre ética y políticas sanitarias. Entre los temas que aborda destacan las enfermedades crónicas, la medicina interna general y la investigación básica.
Recientemente, el 14 de abril de 2025, publicó un artículo de acceso abierto sobre el riesgo de la TC (tomografía computarizada) que ha tenido un notable impacto: más de 130.000 visualizaciones, 12.000 descargas y ha sido compartido más de 400 veces en la red social X.
Motivos para la selección: He seleccionado este artículo por su relevancia científica y clínica, así como por la autoridad de sus autores. Está liderado por Rebecca Smith-Bindman, referente internacional en investigación sobre imagen médica y riesgo radiológico, y publicado en JAMA Internal Medicine, una revista de alto impacto en el ámbito médico. El estudio aborda una cuestión crítica de salud pública: el riesgo de cáncer asociado a la exposición a radiación por tomografía computarizada, y presenta un elevado potencial para influir en la práctica clínica y en las políticas de imagen médica. Además, su amplia repercusión mediática subraya la necesidad de una respuesta rigurosa y fundamentada por parte de nuestra sociedad científica (SERAM).
Resumen:
En Estados Unidos se realizan aproximadamente 93 millones de TC en 62 millones de pacientes cada año, y la radiación ionizante que generan es un carcinógeno conocido. El objetivo de este estudio fue estimar cuántos casos futuros de cáncer en la población estadounidense podrían atribuirse al uso de TC en 2023. Para ello, se empleó un modelo de riesgo basado en datos de más de 93 millones de TC, considerando las dosis de radiación según la edad, el sexo y el tipo de examen.
Los resultados proyectan que en 2023 se producirán 103.000 casos de cáncer inducidos por la exposición a la radiación de TC. Si bien el riesgo individual es mayor en los niños, la mayor cantidad de casos se prevé en adultos debido al mayor volumen de TC realizados en este grupo. Los tipos de cáncer más frecuentemente proyectados son pulmón, colon, leucemia, vejiga y mama (en mujeres), siendo los TC abdomino-pélvicos responsables del 37% del total de cánceres estimados.
El estudio concluye que, de mantenerse los niveles actuales de uso y las dosis de radiación, la TC podría llegar a contribuir hasta con el 5% de todos los nuevos diagnósticos de cáncer anualmente.
Valoración personal:
Este estudio es interesante, pero puede resultar algo alarmista al proyectar cifras tan altas de riesgo sin considerar en detalle los beneficios clínicos reales de muchas exploraciones. Aunque el mensaje de prudencia es válido, me da la impresión de que puede generar miedo innecesario entre profesionales o pacientes si no se contextualiza bien.
Entre las fortalezas del estudio se encuentran su gran tamaño muestral (93 millones de TC), el enfoque orientado a la salud pública y el análisis predefinido según tipo de exploración, edad y sexo.
No obstante, el estudio presenta importantes limitaciones:
- Las estimaciones de riesgo futuro de cáncer se basan en un modelo lineal de dosis de radiación acumulada. Para ello, se utilizó RadRAT, una herramienta que emplea simulaciones de Monte Carlo, además de realizar análisis de sensibilidad modificando los supuestos del modelo de referencia a criterio de los autores. Como resultado, el número proyectado de cánceres inducidos por radiación es entre 3-4 veces mayor que el estimado en estudios previos (como el publicado en 2007 por la misma revista). Para cuantificar empíricamente el riesgo a lo largo de la vida se requerirían estudios longitudinales de seguimiento durante varias décadas en cohortes amplias.
- La dependencia del modelo BEIR VII, basado en supervivientes japoneses de mediados del siglo XX. Esto plantea dudas sobre su aplicabilidad a la población estadounidense actual. Aunque se empleó una media ponderada entre modelos de riesgo relativo y absoluto para mitigar el sesgo, dichas ponderaciones siguen siendo subjetivas. Por otra parte, la validez externa de este estudio estadounidense para nuestra población española es muy baja, dadas las diferencias demográficas, modelos sanitarios, prácticas médicas y marcos regulatorios.
- El cálculo de riesgo parte de una expectativa de vida media, sin tener en cuenta que muchos pacientes sometidos a TC padecen enfermedades subyacentes que reducen su esperanza de vida. Para corregir este sesgo, se excluyó el 10,6 % de las TC realizadas durante el último año de vida, argumentando que estas probablemente no contribuyen al desarrollo de cáncer debido al tiempo de latencia promedio.
- No incluye procedimientos guiados por TC (como biopsias) ni estudios PET/TC (ni tampoco radiología convencional ni intervencionista).
- Se proyecta que las exploraciones de abdomen y pelvis son las que causarían el mayor número de cánceres. Sin embargo, los autores afirman que muchas de estas exploraciones podrían realizarse con escaneos de una sola fase, lo que permitiría reducir la dosis de radiación sin comprometer la precisión diagnóstica. Cabe destacar que ninguno de los autores es radiólogo (Ginecología, Pediatría, Genética y Estadística), y en ningún momento se aborda la relación beneficio-riesgo de los exámenes de TC, lo que obliga a interpretar sus conclusiones con cautela.
Desde mi perspectiva personal —alineada con el posicionamiento de la Sociedad Española de Radiología Médica (SERAM), publicado en Madrid el 22 de abril de 2025—, el uso de la TC debe estar basado en evidencia científica sólida, no en modelos matemáticos hipotéticos. Este tipo de publicaciones podría generar un alarmismo social injustificado, con el riesgo de que pacientes rechacen estudios necesarios para su diagnóstico o tratamiento. Actualmente, la TC es más segura gracias a protocolos de optimización y al uso de inteligencia artificial, que ha permitido reducir la dosis de radiación al tiempo que mejora la calidad de imagen. De hecho, en España se ha logrado una reducción del 40 % en la dosis media de radiación desde 2010, pese al aumento en el número de estudios. Asimismo, el proyecto europeo EU-JUST-TC reveló que un 30 % de las pruebas de TC carecen de justificación clínica sólida. En este sentido, el verdadero problema podría no ser la radiación en sí, sino la inadecuada indicación.
Valentín Moratalla Sasu
Hospital General Universitario Gregorio Marañón (Madrid), R3
Deja un comentario